La expansión del COVID-19 es, sin duda, una de las mayores crisis humanas y de salud de los últimos tiempos. Sin embargo, las medidas que gobiernos de todo el mundo están implementando para frenar su avance, nos traen sorprendentes y gratas noticias. Y es que la relación entre el coronavirus y el medio ambiente está resultando muy positiva para este último.
No es ningún secreto que nuestras sociedades globalizadas y consumistas estaban generando un grave daño en la Tierra. Y, por lo mismo, el cambio de ritmo al que nos hemos visto obligados por la pandemia, ofrece un soplo de aire fresco a nuestro planeta.
Coronavirus y medio ambiente: un cambio de ritmo
El aislamiento social ha sido una de las medidas más contundentes adoptadas para frenar los contagios, y ha traído consigouna importante reducción de la actividad industrial o económica a nivel mundial.
Fábricas cerradas, vuelos suspendidos, eventos cancelados y personas confinadas están ofreciendo al planeta la oportunidad de regenerarse, y los efectos son sorprendentes incluso a¡’ corto plazo.
El efecto positivo del coronavirus en el medio ambiente
Este parón general ha tenido una enorme influencia en la reducción de emisiones de CO2 a la atmósfera. Los gases de efecto invernadero constituyen la principal causa del cambio climático, por lo que estas noticias son extraordinarias.
Se estima que durante el punto álgido de la pandemia, China dejó de emitir 100 millones de toneladas de CO2, una impresionante reducción del 25% respecto a su actividad habitual. La disminución en el consumo de combustibles fósiles en dicho país supone un nada despreciable 6% de reducción a nivel global
Otra gran noticia proviene del significativo descenso de dióxido de nitrógeno (NO2) en las principales ciudades y zonas industriales. Este nocivo gas tóxico origina y agrava problemas respiratorios de diversa índole y está estrechamente relacionado con la actividad de fábricas y el tránsito de vehículos.
Se observó que en China, tras un mes de aislamiento y parón de la actividad, se produjo una disminución del 37% en este tipo de emisiones. Igualmente, gracias a la drástica reducción del tráfico, las grandes metrópolis en todo el mundo han experimentado un desplome en sus niveles de contaminación ambiental. Esto deriva en un importante aumento en la calidad del aire.
Adicionalmente, la demanda de electricidad permanece muy por debajo de sus niveles anteriores. E incluso en puntos concretos del planeta podemos observar escenas tan bellas como insólitas.
Los canales de Venecia permanecen limpios y cristalinos, pudiendo vislumbrar incluso algunos bancos de peces. Y, de igual manera, en diversas ciudades se ha podido observar cómo ciervos, pavos, jabalíes y otros animales salvajes se adentraban en las ciudades.
Una situación para tomar conciencia
A pesar de los beneficiosos efectos que el medio ambiente está experimentando desde que el virus nos obligó a detenernos, se trata de una situación temporal. De ningún modo se está abordando de raíz el cambio climático.
Por ello se prevé que, cuando las circunstancias cambien y se retire el estado de alarma, la sociedad y la industria recuperen su anterior funcionamiento. E, incluso, que este se vea potenciado por encima de niveles anteriores debido al efecto rebote.
Antes de que esto suceda, tal vez deberíamos aprovechar la situación para realizar un examen de conciencia. Analicemos con detenimiento el gran impacto negativo que tienen nuestras actividades sobre el ambiente, tomemos conciencia, e implementemos una forma de vida más respetuosa con el entorno.
El daño que generamos repercute directamente en nuestra propia salud y calidad de vida. Entonces, por nosotros, y por todos los demás seres que habitan en él, cuidemos los recursos. Que este aislamiento nos resulte, de algún modo, beneficioso.